Una ojeada a los contenidos del XVIII y del XIX Congreso de la CEPA nos llevó a algunas reflexiones en cuanto al contexto histórico en el que se desarrolló el Espiritismo, haciendo un paralelismo con la secuencia de los congresos y sus respectivas temáticas.

Recordando a los precursores del Espiritismo que más destacaron, nos remontamos al siglo XVIII, en el que surge la figura de Emmanuel Swedenborg, con su excepcional inteligencia, personalidad controvertida y mediumnidad fuera de lo común, en un contexto histórico en el que se recrudecían el materialismo y los movimientos sociales.

Sin solución de continuidad, caminamos por el siglo XIX, consolidando los avances de la sociedad mientras que filósofos materialistas y espiritualistas discutían en un espacio marcado por estudios del magnetismo animal y la aparición de famosos médiums como Edward Irving, Andrew Jackson Davis y las Hermanas Fox, precursores de Allan Kardec que, no siendo médium, tuvo en su pasado de eximio científico y pedagogo la necesaria base sólida para las investigaciones que emprendería y que lo llevarían a legar a la humanidad una iesclarecida Doctrina.

Kardec nunca pretendió dejarnos un sistema filosófico terminado. Por el contrario, resaltaba su carácter progresista y la necesidad de su constante actualización de acuerdo con los avances conquistados por la Ciencia. Después de su desencarnación y el consecuente descabezamiento del Movimiento Espírita, se produjo un lapso inevitable en su dinámica, a pesar de los esfuerzos de la Sra. Amélie Gabrielle Boudet y de algunas voces aisladas y sabias que se alzaron en defensa de los principios espíritas, dentro de los cuales sobresalieron verdaderos misioneros como Léon Denis y Gabriel Delanne.

Al adentrarnos en el siglo XX el Espiritismo tenía esta configuración. En Brasil, se desarrolló y conquistó su lugar a través del perfil religioso que se enraizó gracias a la índole de nuestro pueblo, de naturaleza mística y supersticiosa. Debemos, no obstante, reconocer los avances alcanzados con la mediumnidad de Chico Xavier y la empecinada defensa de Kardec por parte de Herculano Pires y otras figuras brasileñas como Deolindo Amorim y Carlos Imbassahy. Inclusive la Federación Espírita Brasileña merece ser citada por el papel que desempeñó en la divulgación del Espiritismo, a pesar de oponernos a su postura religiosa, roustainguista y pretenciosa en el liderazgo del Movimiento Espírita brasileño y mundial, ignorando la diversidad y atropellando la alteridad.

La CEPA “Confederación Espírita Panamericana”, poco conocida de los espíritas brasileños hasta la última década del siglo XX, marcó la entrada del siglo XXI con la formidable repercusión que tuvo el XVIII Congreso Espírita Panamericano, realizado en Porto Alegre, en octubre de 2000, el cual tuvo como resultado la propuesta de actualización del Espiritismo, calcada de la propia postura progresista del maestro de Lyon, que no admitía la Filosofía y Ciencia Espírita recluidas.

Volviendo nuestra atención al camino recorrido por el Espiritismo a partir del siglo XVIII, identificamos una analogía con los Congresos de la CEPA, a partir del XVIII, pasando por éste último, que desarrolló propuestas para una evolución consciente, teniendo en miras el XX, en Puerto Rico, y el XXI, que posiblemente tendrán una íntima ligazón con el temario de los anteriores.

Al igual que los movimientos sociales y la ebullición de las ideas acaecidas en el transcurso de los siglos XVIII y XIX, acontecieron también muchos movimientos y transformaciones durante el tiempo transcurrido entre Porto Alegre y Rafaela. Después de sugerentes propuestas para la actualización del Espiritismo, nada mejor que alternativas para una evolución consciente.

Mientras tanto, el momento en el que vivimos merece la reflexión de los pensadores espíritas y de todos nosotros que deseamos instruirnos y contribuir para mantener encendida la llama del entusiasmo, la cual saca combustible nuevo de cada encuentro. Al igual que Denis y Delanne, Herculano y Deolindo, salvando las distancias, necesitamos buscar constantemente las referencias básicas, retomando el camino sobre nuestras propias huellas, y, con la fortaleza de nuestra argumentación, consolidar los propios fundamentos.

No dejemos enfriar nuestro ímpetu progresista. Busquemos nuevas ideas a través del intercambio saludable y productivo con grupos nacionales e internacionales.

Creemos que nuestra mirada debe estar fijada en el futuro, pero no debemos olvidar las resoluciones anteriores, desarrollándolas, sedimentándolas o descartándolas, si fuera el caso, de acuerdo con el trabajo que se llevó a cabo y las conclusiones a que llegamos. No hay otra elección para obtener un trabajo productivo.

Ésta es una invitación para retomar los temas propuestos en los dos últimos congresos, para profundizar en su contenido y crear condiciones satisfactorias para que los futuros enfoques obedezcan a una secuencia lógica y natural en la construcción del conocimiento, y para que los compañeros de Miami y Puerto Rico puedan elegir temáticas vinculadas a los eventos anteriores.

El siglo XVIII fue revolucionario; el XIX, innovador; el XX dio un salto de progreso; el XXI está casi empezando, pero tenemos mucha esperanza y optimismo acerca de sus acontecimientos.

El XVIII Congreso de la CEPA revolucionó el Movimiento Espírita; el XIX, innovó; el XX, tendrá que marcar un salto de progreso; el XXI, será aquello que preparemos.

Es de nuestra responsabilidad el trabajo, la investigación, el análisis, la crítica racional y responsable, con “la fraternidad y la solidaridad, la indulgencia y la benevolencia mutuas”, de acuerdo con el “lazo moral” definido por Kardec, en las búsqueda ininterrumpida de la verdad y en la conquista de una evolución realmente consciente.

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